Durante casi
dos años, el mundo ha contemplado en silencio —cómplice, cobarde, imperdonable—
la barbarie que Israel ha desatado sobre Gaza. No hay perdón posible, ni divino
ni humano, para quienes callan ante el exterminio. No hay neutralidad en el
genocidio. Cada día que pasa sin justicia es una herida abierta en la
conciencia global.

Más de 60,000
palestinos han sido asesinados, en su mayoría civiles. Gaza ha sido convertida
en un campo de exterminio, como lo denunció el Secretario General de la ONU,
António Guterres y cito: “Gaza se ha convertido en un campo de exterminio y los
civiles viven bajo una espiral de muerte sin fin”. Esta frase no es una
metáfora. Es una acusación directa contra quienes han permitido que el horror
se normalice. Lo de Gaza no ha sido una guerra: ha sido una masacre unilateral
contra un pueblo desarmado, sin bombas, sin aviones, sin drones. Eran
inocentes, desnudos de culpa, y fueron exterminados por el odio genocida de
Benjamín Netanyahu, con la complicidad de quienes financiaron y justificaron
cada disparo.
¿Cómo es
posible que el asesinato de niños indefensos, de personas que no representaban
amenaza alguna, que tenían sueños, que vivían en familias enteras ahora han
sido borradas del mapa… cómo es posible que ese horror no haya indignado a los
supuestos líderes del mundo, que se permita la hambruna como arma de guerra?
¿Cómo se explica que hospitales, escuelas, refugios, incluso convoyes humanitarios
y periodistas hayan sido blanco de ataques sistemáticos sin que la humanidad se
levante en un solo clamor? ¿Dónde está la Corte Penal Internacional, que
debería actuar con urgencia ante crímenes de lesa humanidad tan evidentes?
¿Dónde están los organismos internacionales que juraron proteger la vida y la
dignidad humana? Su inacción no es neutralidad: es complicidad. Cada día que
pasa sin justicia, sin sanciones, sin procesos judiciales contra los
responsables, es una traición al derecho internacional y a la memoria de los
inocentes que fueron exterminados.
Desde Puerto
Rico, tierra colonizada hace 100 años de resistencia y memoria, alzamos la voz
por Palestina y por cada rincón de la Franja de Gaza. No lo hacemos desde la
distancia, sino desde la ética compartida de los pueblos colonizados, desde la
herida que reconoce a otra herida. Clamamos por justicia, por reparación, por
verdad.
No basta con
arrestar a Benjamín Netanyahu. No basta con acusar a Joe Biden, a Donald Trump.
La justicia debe caer sobre cada jefe militar, cada estratega, cada político
que firmó el envío de armas, que aprobó presupuestos para la muerte, que
justificó el asesinato múltiple de inocentes. Que cada orden de exterminio sea
rastreada, documentada y juzgada. Que cada cómplice, desde los escritorios
diplomáticos hasta los fabricantes de misiles, enfrente la historia.
Estados Unidos
ha financiado, armado y protegido esta masacre. Su complicidad no es abstracta:
es logística, económica y política. Cada bomba lanzada sobre Gaza lleva una
firma estadounidense. Cada niño asesinado tiene detrás una cadena de decisiones
que deben ser expuestas y condenadas.
Este manifiesto
no es solo una denuncia. Es un llamado a la acción. A los medios que aún
conservan dignidad, a los artistas que no han sido silenciados, a los
académicos que entienden que la neutralidad es una forma de violencia, a los
pueblos que aún creen en la justicia como horizonte.
Palestina no es
una causa lejana. Es el espejo donde se refleja la decadencia moral del mundo. Y
también es el símbolo de una resistencia que no ha sido derrotada. Que este
manifiesto sea leído en plazas, universidades, medios alternativos, y que cada
palabra sea una piedra contra el muro del olvido.
Porque el
silencio también mata. Y nosotros elegimos la palabra.
Y ante tantos
conflictos bélicos que desgarran al mundo, desde Puerto Rico afirmamos con
claridad: no todos los puertorriqueños respaldamos la re-militarización de
nuestra isla ni su conversión en plataforma de guerra. Rechazamos que nuestro
suelo sea usado para sembrar muerte y deshumanización. Puerto Rico no es una
base: es un pueblo de paz con memoria, dignidad y voz propia.
Ya
para culminar este manifiesto; Que cuando al fin se detenga la masacre en Gaza,
no se le permita a Israel anexionar ni una sola piedra del suelo palestino. Que
quienes tienen el poder y los mecanismos declaren, sin demora, un Estado
Palestino libre, soberano y completo —con todo lo que le han robado, sin
arrebatarle nada más. Que la justicia no llegue mutilada, sino entera,
luminosa, irreversible.
Francisco El Jimagua Cartagena Méndez