Por: Francisco J. Cartagena Méndez - El Jimagua.
Activista de Derechos Humanos
Presidente Fundación ASI
Embajador de la Paz de América
Proyecto Internacional #PorUnFuturoSinViolencia
Hay voces que utilizan el amor y la fe para promover odio y discrimen.
Pero hay voces que habiendo sido calladas ante temores y señalamientos,
gritarán sus verdades y lucharán por sus derechos; esa es la voz de la
comunidad GLBT que sigue luchando en contra del odio fundamentalista.
Los gobiernos deben proteger a todas las personas, sin dar paso a la
discriminación por orientación sexual.
El fundamentalismo que
domina las acciones políticas marca un porvenir incierto a toda la
ciudadanía y a la comunidad LGBTT. Miles de seres humanos se tienen que
abroquelar como pueden para no seguir siendo pisoteados (as) por la fe
contradictoria. Esa fe que es predicada en contra de la igualdad de
derechos. El panorama aún es desalentador, pero la lucha es activa y se
lleva a cabo de frente y no a puertas cerradas.
La familia, según
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, refiere a un elemento
natural y fundamental de la sociedad, por lo que tiene derecho a la
protección de la sociedad y del Estado. Esta es también representada por
un conjunto de personas, unidas por descendencia, matrimonio u otras
relaciones, incluyendo, según las culturas, la adopción y aún la
propiedad, que conforman una unidad doméstica, compartiendo residencia y
cooperando económicamente y afectivamente entre sí.
En la
mayoría de las familias hay personas LGBTT, así como parejas que
conviven sin casarse. La familia es diversa en su expresión más amplia.
Los dirigentes políticos debiendo representar acciones laicas ante la
legislación de protección de derechos para todos y todas; cada día les
vemos con una estrecha cercanía a la no separación entre iglesia y
estado; siendo ellos quienes supuestamente buscando proteger a la
“familia” terminan legislando en su contra.
Las creencias religiosas son un asunto personal y jamás deben aplicarse a los asuntos legales, jurídicos y políticos.
Los
líderes políticos electos por la mayoría del pueblo tienen el deber
moral y legal de proteger y otorgar las leyes a todos por igual, sin dar
paso a la discriminación por orientación sexual. Hacer lo contrario
(discriminar a la comunidad LGBTT) se debe a la presión de grupos
religiosos que poseen agendas escondidas dentro de la casa de las leyes.
Por tanto, diversos grupos religiosos terminan comprando a muchos
políticos con la presión de sus votos electorales y con su poder
monetario.
El amor es una acción basada en respeto, hermandad y
solidaridad. El amor es la supremacía social que emana del instinto
afectivo y el reconocimiento de iguales oportunidades a todo ser humano.
El amor hoy no es notorio en decenas de líderes políticos y religiosos.
El amor hoy sufre ante el discrimen y el odio; pero el amor es fuerte,
como fuerte es nuestro deseo por una patria inclusiva y de equidades, y
es por ello seguimos luchando. Porque los homosexuales también amamos.
Para comentarios, eljimagua@live.com
Publicado y Derechos Reservados originalmente por: Francisco El Jimagua Cartagena, 2010.
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martes, 2 de mayo de 2017
Fundamentalismo Político
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