SÍ, SEÑOR OFICIAL, SOY HOMOSEXUAL
Francisco Cartagena Méndez (Activista social)
Fulano era un adolescente al que sus amigos catalogaban como “diferente” al no interesarle los “juegos de machos” como el baloncesto, el boxeo o el béisbol. Un día a Fulano se le acercó un amigo de la familia quien era un oficial de la policía. El adolescente le contó sobre su soledad y eso de sentirse diferente. El policía tras expresarle a Fulano: “No les hagas caso, ellos no pueden ver lo especial que eres”, abusó sexualmente del adolescente.El joven, quien después fue amenazado por ese policía, es hoy día un profesional y un veterano de guerra. Nunca había contado su historia a nadie, hasta hace unos días, cuando me pidió que la compartiera en una de mis columnas en este rotativo, al ver en los últimos meses tanta represión policiaca en contra de homosexuales.
Miles de homosexuales han sido víctimas de violaciones sexuales en su niñez, tanto por parte de familiares, como de líderes religiosos o policías. Pero muy en especial nuestras hermanas transexuales y transgéneros son víctimas de abusos físicos y sexuales por parte de policías o simplemente desconocidos.
Pero muchas de estas historias quedan silenciadas en el armario del temor, así como las agresiones físicas de las cuales fueron víctimas. Estas personas no sienten además, confianza hacia el sistema para confesar su calvario y reclamar que se les haga justicia, ya que el sistema es el primero en discriminarles.
En semanas recientes fuimos testigos de la insensibilidad por parte de un oficial de la Policía ante una madre desesperada que llevaba varios días sin saber de su hijo, pero que en definitiva desistió de hacer una querella al ser homosexual el joven.
También observamos el odió que escupió la boca de otro policía al arrastrar por el suelo y mofarse de la homosexualidad de un estudiante de la Universidad de Puerto Rico.
Mas nunca escuchamos al gobernador Luis Fortuño o al superintendente de la Policía, José Figueroa Sancha expresarse en contra de estas acciones. En mi plano personal como escritor y activista homosexual, y al tener exposición pública, he recibido insultos por parte de policías y amenazas de muerte en más de una ocasión de religiosos y desconocidos no religiosos.
Tal parece que las soluciones a la homofobia y al discrimen por parte del gobierno, en su sordera y en su lengua cortada para no hablar sobre homosexualidad, están abocadas al fracaso, si sigue dominando en este asunto un pensamiento político-religioso, y no se trata como un problema social-cultural.
Los derechos universales a la justicia, así como a la equidad de las leyes y las protecciones del estado hacia la comunidad homosexual en nuestra isla deben convertirse en realidad cuanto antes. Hay que preguntarse cómo aporta el Gobierno al mejoramiento de la calidad en la salud mental de la ciudadanía, si evidencia insensibilidad a la diversidad y hacia un sector que contribuye a la economía y a la fuerza trabajadora y que desea poder vivir su identidad como los demás. Sector que lamentablemente está a merced de las cadenas político-eclesiásticas que señalan y condenan su identidad sexual.
Tampoco nos gustaría pensar que el cuerpo policiaco cultiva un perfil de machos insensibles con problemas de superioridad, de represiones, de fuerza bruta. Pero lamentablemente ésa es la imagen que les caracteriza ante muchos.
Los homosexuales no representamos el pecado,. Éste está representado por aquellos que nos juzgan e intentan humillarnos. La verdad homosexual y el amor homosexual nunca podrán hacer el daño que la homofobia pretende y que pretende el uso incorrecto del nombre de Dios.
Señor político, señor policía, hermano religioso, yo soy homosexual, yo soy una verdad. Y tú, ¿qué eres?
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