Devoradme dijo el joven.
Devoradme dijo el joven entre hormonas revueltas.
¡Devoradme como devoran las fieras a sus presas!
Sin contemplación hazme todo tuyo dijo,
y el sudor que brote de la piel ardiente, saborea.
La luna es testigo y mil estrellas nos incendian.
Une tu pecho al mío, y une correa con correa,
une tu escurridiza lengua con mi lengua,
y dame un beso de esos que no se olvidan.
Que este momento es solo del deseo,
y quiero sentir en mi boca tu saliva.
Desgarra la ropa para admirarte el pecho,
para sentirte en radiante placer exquisito.
Deseo sentirte dentro de mi, amado mío,
y en tu movimiento te siento, me estremezco,
lo refleja el dolor en placer y un leve gemido,
lo refleja mi cara alegre y tímida sonrisa.
Cambiamos de acto y mi lengua sin prisa,
recorre tu cuello, bajando por tu suave pecho.
Ahora te devoro tu suave y depilada vejiga
y en mi boca introduces tú erecto miembro.
Deseas más y como fiera me agarras por el pelo,
¡déjame sin garganta, que me gusta ver en tu rostro!
el exuberante placer que en ti yo incremento,
pero ahora, déjame con furor ponerte de espaldas.
Me siento dentro de ti, y aprietas la almohada.
Pides más, gritas por más, y aquí estoy;
aquí estamos, creadores del placer en la tarde,
en la noche o en un claro y bello alba.
No existe el tiempo al hacer el amor mi amado.
Caminemos juntos por una bella playa,
de la mano y con el corazón en uno solo,
Que si el deseo regresa, le revivimos
en la arena o en el agua.
Devoradme dijo el joven ahora experimentado,
y de aquella primera vez va seducido.
Va con su hombre entre el amor bravío,
viviendo su historia en el deseo sembrado.
El miedo a amar, no es parte de quien va amando.
Autor: Francisco J. Cartagena Méndez
El Jimagua * Derechos Reservados
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